Alguien ha hecho los tejados como la única salvación de la lluvia y, desde entonces, te sientes protegida; alguien ha nombrado a las nubes según un zoológico y, desde entonces, conejos invaden las tardes; alguien ha dicho que el frÃo te calaba los ojos y, desde entonces, asà se hizo. Y, sobre el silencio, alguien te ha dicho que debÃas poner todo lo que es tu corazón (y no solamente el músculo) debajo de la lengua porque solamente asà sabrás saber cuánta cantidad de aire y cariño cuesta un suspiro, lo que es la disposición de esas manos que te toman el pulgar mientras duermes, lo que son ese par de palabras que atesoras como si tú fueras un marinero y ella, la sirena. Alguien llamó a los sueños y los clasificó mientras duermes, tú no sabrás nada de eso porque ella te ha atravesado los párpados y solamente asà puedes dormir. Alguien te habló de la inmensidad, en voz baja y apenas alcanzaste a escuchar, y pensaste que era un secreto que jamás se te revelarÃa hasta que contaste, cuidadosamente, sus venerados gestos y supiste que la cantidad tenÃa que ver con era el número que aquellos rizos azabache que han envuelto, como listones, un regalo de cada dÃa, el único rostro de carne y hueso que no se desvanece y tiene un nombre. Alguien te ha dicho que se te hincharÃa el pecho y que sentirÃas que los pulmones eran litros de agua viva, lo nombraron felicidad y tú lo memorizaste con el único beso que recibes de ella, que selló un pacto hecho de labios delgados y dientes separados para que dure siempre.
“Ni romperás esta tormenta con el más digno corazónâ€, le dice Femenino a Masculinidad para que se embarque hacia la isla más cercana de todas las que conoció en el Atlas Mundial (pp.1-2) que observaba encandilado cuando medÃa apenas medio metro: el dolor.
Y, asÃ, transcurrÃan los dÃas, como si cayeran en la manga remendada de su saco (el olvido es un módico parche que solamente necesita el calor de una mano para echarlo a andar). Los vientres de los muertos no estaban hinchados como el resto del cuerpo de Femenino, pensó Masculinidad invariablemente. He esperado la torcedura de un miembro, el salto al vacÃo de algún nervio o su descomprensión.
Femenino, si supiera leer el pensamiento, le dirÃa: “A veces, he querido reconocer que las rodillas son, probablemente, una intención de correr pero no me muevo hacia ninguna parte. Apenas puedo caminar y la ciática es un ciempiés que busca una piedra para esconderse y asustarte en el momento oportuno: cuando te estás lavando los dientes y descubres que la persona que está ante el espejo es una palabra que no encaja en nuestro juego pendiente de Scrabbleâ€.
El cuerpo que me dieron, no es el único. DÃa con dÃa, se vuelve en tu contra y se pasa al bando enemigo. No habÃa caÃdo en la cuenta del espectáculo que puede ser una corporeidad mÃnima. Para mÃ, la danza era innecesaria. Pero, en realidad, es un número coordinado de huesos que son capaces de manipular la respiración del otro y afilar su nariz hasta que se caiga de lasitud.
(Masculinidad es ludópata y siempre le apuesta al lóbulo de Femenino).
La dolencia es un sinfÃn de cajas de cartón, apiladas, vacÃas, sin uso alguno y, que, sin embargo no serán movidas por el intendente porque ahÃ, justo ahÃ, se encuentran perfectamente dispuestas y, sobre todo, disponibles para la posible emergencia.
“Una discusión no es una emergencia, sino una masturbación sobre las razones más obvias como si regresaras y regresaras a mi lóbuloâ€.
“¿Qué razones?â€
“La parte inferior de mi muslo que anida sombrasâ€.
“He querido tener un sano juicio, ¿sabes?â€
Tal vez quisiera un febrero diferente al del calendario, un febrero más primavera. Más conveniente. Más lleno de momentos azarosos y no esta pesadez sin nieve que ha terminado por tumbarme.
-No sé si la sal del mar es capaz de conmover mis extremidades hasta destensarlas.
-No sé si los supuestos acuáticos volverán a ser la sirena que me llama en la madrugada.
-No sé si encontraré el Tesauro en el entrepaño del baño. (¿Alguna vez los doseles tuvieron nombre?, ¿alguna vez fueron motivo de risa?).