Las almas cabeceaban y yo desenterré tumbas en mi verdad de ojos, encumbré marañas de cabello y desfiguros, me vertí en sus costillas.
Si te confesara que te he visto llorar todas las muertes, Padre. Si te dijera que no eres de la esperanza, Padre, que no se percibe una inmediatez en esa mirada que repartes profusamente entre los desconocidos.
Míranos, Padre, somos cientos y cientos de cuerpos. Habla hasta descarnarte la boca, no te puedes consagrar en este cementerio. Los muertos han sido repartidos entre las humanidades que los reconocen.
Las orillas del río Bernesga reverdecen.
“Aquí no hay nariz que rompas, aquí no hay espalda que lapides, aquí no hay pómulo que abofetees, aquí no hay tripas con las que ates tus condenas”, dijeron las almas antes de recogerse en la melodía canosa de la madrugada.
December 4th, 2008 at 9:36 am
“Las orillas del río Bernesga reverdecen”
Es que aquí en el norte de España hay un río que se llama así y tiene mucha leyenda:
“Tras pasar por Villamanín, el Bernesga se encuentra con la leyenda, en las hoces de La Gotera. Aquí se cuenta de la existencia de un cuélebre(especie de dragón con forma de serpiente) que exigía una oveja diaria para su alimentación, y que no quedando ovejas exigió doncellas. Y que hubo de ser San Lorenzo quien terminase con él. Los huesos del cuélebre se conservan en un arcón en la vecina ermita de San Lorenzo, pero quien mire dentro se ha de quedar ciego; así que ahí están.”
(Consultado en el Mataburros Digital, Wikipedia.)
“Y yo desenterré tumbas en mi verdad de ojos”
Hermoso, hermoso.
Como todo el poema. Eso sí, confieso que a veces me resulta un poco difícil pillar tus claves.
December 5th, 2008 at 2:32 pm
Se me había olvidado decir lo mucho que me gusta:
“la melodía canosa de la madrugada”
Un giro metafórico de mucha entidad, gran verso.