Femenino presiente el retiro. Incapacidad de acción. Plano de extravÃos. Observa a Masculinidad empacar. Finge tristeza pero el hilillo de saliva evidencia la boca sin impresión. Se pinta los labios y le escribe con lápiz 2H —antes de salir del Dúplex— un Post-it que pega en el refrigerador, al lado de los imanes de abecedario: “Tú nunca sientes.â€
Masculinidad conjuga en pasado mientras guarda sus
objetos personales y hace una nota mental:
“No hay que olvidar el ras—
trillo. Ni el peine desgastado.
Tampoco los lentes de pasta
quesólo uso para verme “intelectualâ€.
Ella piensa que memorice la plétora
de palabras
que comienzan con “Ãesâ€
en Tesauro como: intenso,
impenetrable, interesante, impropio,
inteligente, i _ _ _ _ _ z.
Uh… Antes de estar, de ser “Nosotros…
Mi único propósito era aprendercómo
se representa al número uno
en numeración romana: Iâ€
BLABLABLAMOR
Â
Â
Â
Una lengua por y para el amor se define por el gigantismo (al menos la mÃa ya se está sintiendo aludida en este enunciado). El amor (con minúscula) es la Torre de Babel. Al principio no era el Verbo, sino todo el Amor (con mayúscula) que se caracterizaba por tener (y ser) la misma lengua y las mismas palabras para todos. Desde entonces y hasta ahora, cada lengua (en particular) es el redivivo de esta construcción definida por el misticismo, la lengua echa y echa toneladas de miel sobre las hojuelas –esto es comúnmente llamado cursilerÃa- y, ¡oh!, nuestro amor (con minúscula y el mismo que canta RBD o recita Benedetti) aparece como un gadget de lo más in: un iPod de 120 gigas, generación equis o ye, en el cuál cada palabra es una canción que no solamente es novÃsima y está dentro de los 40 principales, sino que aparece como por arte de birlibirloque (aplausos, por favor) en nuestra playlist cotidiana y hasta en reproducción aleatoria pero todo esto es, en realidad, un vetusto paradigma definido por lo sagrado (lágrimas, gracias).
Entonces, no es como dice el proverbio chino que el lugar más sombrÃo está debajo de la lámpara sino que está debajo de la lengua y, asÃ, con poca iluminación y sin más briznas de saliva que malgastar, me parto los ojos leyendo (a la par) Historias de amor de Julia Kristeva y Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes. Mi lengua se suelta: No sé lo que desea pero hay una estructura más allá de la carne y del hueso. Mi lengua, como fetiche, es carcelaria de las manos aprisionadas de mi amante y yo. Kristeva escribió el elogio al amor como un Erasmo de Rotterdam de nuestros tiempos, asà que yo también lo renombraré Encomio a la locura Versión 2.0.
Y partiendo de “Imposible, inadecuado, en seguida alusivo cuando querrÃamos que fuese muy directo, el lenguaje amoroso es un vuelo de metáforas: es literaturaâ€. Esto, damas y caballeros, no es culpa del amor sino de la Lengua (con mayúscula). La metáfora ha sido la figura retórica más manoseada (o, en este caso, lengüeteada). Lengua que lame las heridas, lengua que babea, lengua devoradora como una “verdadera†(en esa entonces, en ese momento) elección de oralidad que nos identifica.
Entonces, la lengua como anuladora porque “nadie tiene verdaderamente la lengua para mà aunque me nombreâ€. La lengua subjetiviza/objetiviza, jamás es neutral y ha tenido lugar, ha tenido un antes y un después siempre en el ahora mismo que te pienso, te siento, te amo: somos historias mÃnimas, intranscendentes, que nos contamos a nosotros mismos.
La lengua me pregunta: ¿Te me soy pesada? Le respondo que no sé, aunque a Él/Ella sé que decirle: He aquà lo que hablo, he aquà lo que tú eres a mi lengua. Mi lengua oculta a un sujeto preconcebido, me ata a un objeto –como visión de los lindes- justo donde esas briznas de saliva (alguna vez existentes) pudieron haberse derramado pero se ausentaron por la sencilla razón de que ya no hay sed.
Todas las historias de amor se tratan de igualar ese momento histórico como un vaivén periférico de la lengua, en un intercambio ¿regulado, irregular? de palabras. AsÃ, se hace un lenguaje de propiedad común que tiene un sendero bifurcado en el diálogo de los sujetos amorosos (Historias de amor casi nunca) y el monólogo del sujeto amoroso con el objeto amado (Fragmentos de un discurso amoroso casi siempre). En la escenificación, la lengua nunca se sacrifica como un corazón porque, según Kristeva, “[l]a prueba amorosa es una puesta a prueba del lenguaje, de su carácter unÃvoco, de su poder referencial y comunicativoâ€.
Entonces, la trasferencia es infinita: Hainamoration. Un ejemplo claro es el abuso mi lengua para con mi objeto amoroso, lo ensimismo, lo elevo al cielo y lo destruyo en el mismo infierno de Dostoyevski, un amor jamás activo sino siempre pasivo, teórico, de mamotreto, de blablabla, oralizado y oralizador, un blablablamor. Y si el amor es esa muerte que nos hace ser, entonces tú me dices y yo soy, aunque es más común que tú me verbalizas y yo hago. “Te amoâ€, dices y yo hago que te amo en una dinámica interdependiente que surge con el narcisismo y la necesidad de nombrar, nombrar siempre.
Pero… La lengua sube de tono, “asciende hacia el otroâ€. No podemos volver los ojos como Dante, siempre volvemos la lengua porque todo “TE AMO†es un (sic). La lengua fue más mÃa, ¿sabes? Te imanto en su verborrea, te agoto en su tautologÃa, te provocó adicción a la miel sobre las hojuelas “como abeja al panalâ€. Amar y/o decir (o, en su defecto, no amar y/o desdecir) las referencias, las etimologÃas, los neologismos… Palabras, blablablas incalculables y, al parecer, recién descubiertos por nosotros, los amantes, terminan cuando me digo que ya no hay lengua para que tú seas quién. Y, asÃ, aquÃ, afónica, a punto del mutismo, te digo que yo habrÃa dicho las mismas palabras a otros, a ti, por y para siempre, tú, tú, mi amor.
Alguien ha hecho los tejados como la única salvación de la lluvia y, desde entonces, te sientes protegida; alguien ha nombrado a las nubes según un zoológico y, desde entonces, conejos invaden las tardes; alguien ha dicho que el frÃo te calaba los ojos y, desde entonces, asà se hizo. Y, sobre el silencio, alguien te ha dicho que debÃas poner todo lo que es tu corazón (y no solamente el músculo) debajo de la lengua porque solamente asà sabrás saber cuánta cantidad de aire y cariño cuesta un suspiro, lo que es la disposición de esas manos que te toman el pulgar mientras duermes, lo que son ese par de palabras que atesoras como si tú fueras un marinero y ella, la sirena. Alguien llamó a los sueños y los clasificó mientras duermes, tú no sabrás nada de eso porque ella te ha atravesado los párpados y solamente asà puedes dormir. Alguien te habló de la inmensidad, en voz baja y apenas alcanzaste a escuchar, y pensaste que era un secreto que jamás se te revelarÃa hasta que contaste, cuidadosamente, sus venerados gestos y supiste que la cantidad tenÃa que ver con era el número que aquellos rizos azabache que han envuelto, como listones, un regalo de cada dÃa, el único rostro de carne y hueso que no se desvanece y tiene un nombre. Alguien te ha dicho que se te hincharÃa el pecho y que sentirÃas que los pulmones eran litros de agua viva, lo nombraron felicidad y tú lo memorizaste con el único beso que recibes de ella, que selló un pacto hecho de labios delgados y dientes separados para que dure siempre.
“Ni romperás esta tormenta con el más digno corazónâ€, le dice Femenino a Masculinidad para que se embarque hacia la isla más cercana de todas las que conoció en el Atlas Mundial (pp.1-2) que observaba encandilado cuando medÃa apenas medio metro: el dolor.
Y, asÃ, transcurrÃan los dÃas, como si cayeran en la manga remendada de su saco (el olvido es un módico parche que solamente necesita el calor de una mano para echarlo a andar). Los vientres de los muertos no estaban hinchados como el resto del cuerpo de Femenino, pensó Masculinidad invariablemente. He esperado la torcedura de un miembro, el salto al vacÃo de algún nervio o su descomprensión.
Femenino, si supiera leer el pensamiento, le dirÃa: “A veces, he querido reconocer que las rodillas son, probablemente, una intención de correr pero no me muevo hacia ninguna parte. Apenas puedo caminar y la ciática es un ciempiés que busca una piedra para esconderse y asustarte en el momento oportuno: cuando te estás lavando los dientes y descubres que la persona que está ante el espejo es una palabra que no encaja en nuestro juego pendiente de Scrabbleâ€.
El cuerpo que me dieron, no es el único. DÃa con dÃa, se vuelve en tu contra y se pasa al bando enemigo. No habÃa caÃdo en la cuenta del espectáculo que puede ser una corporeidad mÃnima. Para mÃ, la danza era innecesaria. Pero, en realidad, es un número coordinado de huesos que son capaces de manipular la respiración del otro y afilar su nariz hasta que se caiga de lasitud.
(Masculinidad es ludópata y siempre le apuesta al lóbulo de Femenino).
La dolencia es un sinfÃn de cajas de cartón, apiladas, vacÃas, sin uso alguno y, que, sin embargo no serán movidas por el intendente porque ahÃ, justo ahÃ, se encuentran perfectamente dispuestas y, sobre todo, disponibles para la posible emergencia.
“Una discusión no es una emergencia, sino una masturbación sobre las razones más obvias como si regresaras y regresaras a mi lóbuloâ€.
“¿Qué razones?â€
“La parte inferior de mi muslo que anida sombrasâ€.
“He querido tener un sano juicio, ¿sabes?â€
Tal vez quisiera un febrero diferente al del calendario, un febrero más primavera. Más conveniente. Más lleno de momentos azarosos y no esta pesadez sin nieve que ha terminado por tumbarme.
-No sé si la sal del mar es capaz de conmover mis extremidades hasta destensarlas.
-No sé si los supuestos acuáticos volverán a ser la sirena que me llama en la madrugada.
-No sé si encontraré el Tesauro en el entrepaño del baño. (¿Alguna vez los doseles tuvieron nombre?, ¿alguna vez fueron motivo de risa?).
Un anillo de trapo para las manos que anidarán mi corazón, como un pájaro de ojos anaranjados y alas anchÃsimas de celofán para discutir con el viento. Un Ãndice apacible recibe el anillo de trapo y rememora la infancia, en particular a las manos de mi madre que alguna vez me acunaron e hicieron que mi corazón no se supiera manejar con destreza. Que mi corazón no supiera enfrentar los embates del viento que sale de tu boca.Que mi corazón esperara la lombriz en la garganta para llorar. Las lágrimas y el viento que me llevan hacia alguna parte.
Oh, tus manos son un mapa: rÃos y montañas y una lÃnea larga que delata que tu vida alcanzará para mÃ. Oh, tus manos trazan la dirección del viento. Oh, tus manos como signo de la plenitud. Oh, tus manos y el pájaro cantando en tu ventana. Oh, tus manos y un signo de infantilidad a tus pies.
Busco tus piernas. Ramas. Desconozco el destino. TodavÃa no sé, si el anillo de trapo es el precedente a las suficientes ramas para colgar mis párpados. Me abrazo a tus piernas. Espero. El corazón acompasado, tiene hambre. Tu Ãndice es la base del nido. TodavÃa no sé, si el pecho se abrirá como las alas. TodavÃa no sé si la transparencia es sensata.
Tus manos que anidarán mi corazón, tus manos que tejen cientos de esperanzas.
Tus manos en el pecho, tus manos y unas alás fáciles de cortar (celofán).
Tus manos y el corazón recolectando hojas del otoño pasado, tus manos y las ramas que no encuentro. Los párpados tan abiertos ante el embate del viento.
 Las manos, un mapa, ¿hacia dónde? Las manos, un trapo para dormir, ¿cuándo? Las manos y unos ojos cÃtricos, ¿por qué? Las manos y las esperanzas siempre, siempre, tan siempre hasta la aurora boreal.